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Han visto mis ojos tu salvación

Cuando, movido por el Espíritu, Simeón fue al templo, estando allí Jesús –a tan solo 8 días de nacido– en brazos de sus padres, Simeón “le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; 30 porque han visto mis ojos tu salvación, 31 la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; 32 luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel. 33 Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él.34 Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha35 (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.” Lucas 2:29-35
Lo que había visto Simeón era una pequeña criatura. La gente está esperando grandes soluciones, soluciones extravagantes, sin darnos cuenta que, muchas veces, las soluciones vienen en forma de pequeños regalos que llegan a nuestra vida. Si somos capaces de comprender lo que la palabra de Dios ha declarado, lo que él ha dicho que va a hacer con eso que es poco, que es pequeño, podemos ver la esperanza que Dios tiene para nuestras vidas.
A veces, estamos esperando ser sorprendidos, ser alumbrados con grandes manifestaciones, y perdemos de vista el poder de las pequeñas cosas que Dios está poniendo en nuestras manos en el día de hoy, que nos dicen que hay esperanza para nuestra vida. Si miras bien tu vida, si miras bien a tu alrededor, tú también podrás contar de las cosas grandes que Dios ha hecho contigo en esas pequeñas cosas que él ha puesto en tus manos.
Aquellos que siguieron al Señor, estaban esperando a un revolucionado, seguramente armado, que los libraría del gobierno romano natural, cuando la revolución que Cristo vino a hacer fue una revolución de transformación espiritual; pero eso únicamente se puede ver en el templo. Dios te lleva al templo, porque es allí donde puedes ver que, en lo pequeño y en lo que el mundo menosprecia es que está la solución para tu vida. Es allí que Dios pone tu vida en justa perspectiva. Allí puedes ver que, con algo que puede parecer tan solo un simple y pequeño comienzo, se puede cumplir toda la promesa de Dios sobre ti.
Es en el templo que caes en cuenta de que tus milagros más grandes han venido envueltos en cosas que el mundo ha menospreciado.
¿Cuántas cosas Dios ha puesto en tu vida que han sido grandes milagros, grandes bendiciones, pero que fueron comenzadas con algo sencillo, con algo simple? Quizás, algo que parecía inapropiado, algo que no parecía ser lo que estabas esperando, lo que querías, lo que deseabas, pero Dios abrió tus ojos y te dejó ver la esperanza que él tenía para ti.
Dios va a traer consolación a tu vida. Vas a recibir consuelo, vas a recibir esperanza, vas a ver la mano poderosa de Dios sobre tu vida. Tu final será uno de esperanza, tendrás un futuro, podrás ver y visualizar lo que Dios tiene contigo. Aunque afuera lo que se pronostique que las cosas se van a poner peores, para ti ha llegado la salvación porque has podido ver al Hijo de Dios en tu vida.
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Jesús tuvo la autoridad para tomar control sobre lo que iba a hablar

Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.” Isaías 53:7
La escritura no nos niega la realidad de la angustia y aflicción que atravesaba nuestro Señor, pero nos resalta que, estando él afligido y angustiado, no abrió su boca.
Uno de nuestros mayores problemas es que, en medio de la adversidad, cometemos el error de darle rienda suelta a nuestra boca. Decimos cosas totalmente ilógicas, irracionales, que después no podemos echar para atrás.
Cuando estudiamos la trayectoria de Jesús por la conocida “vía dolorosa”, vemos que solo pronunció palabra en 7 ocasiones. No lo vemos quejarse, ni lamentarse. No abrió su boca para decir nada negativo. Cuando la palabra dice que “no abrió su boca”, no es que no haya dicho nada, porque de hecho sí dijo; es solo que dijo lo correcto, en el momento apropiado. No abrir la boca no es permanecer callado, sino saber cuándo abrirla y qué decir.
Jesús tuvo la autoridad para tomar control sobre lo que iba a hablar. ¿Cuántas veces tu peor problema ha sido los daños que has provocado con tus palabras a la hora de reaccionar ante un momento difícil?
Una de las peores demostraciones de inmadurez en la vida de una persona es su reacción con sus palabras ante las dificultades. Pablo dice, en 1 Corintios: Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño. Ese es el orden de un niño: Habla, piensa y juzga. Y sigue diciendo: Mas cuando fui hombre, dejé lo que era de niño. ¿Qué es lo de niño? Hablar, después pensar, y después juzgar. El adulto juzga, piensa, y después habla.
Se ha comprobado que la persona que es capaz de atravesar la adversidad, sicológicamente hablando, es aquella que no comete el error de generalizar ni de crear catástrofes con sus palabras.
Generalizar es decir: “Todo está perdido en este país.” “Todos los hombres son malos.” Crear catástrofes es decir: “De esta sí que no salgo.” Y, sin darnos cuenta, con nuestras palabras, lo que hacemos es posicionarnos en ese lugar de caos. Y, en lugar de utilizar nuestras palabras para salir y atravesar el proceso, lo que hacemos es hundirnos cada vez más.
Todas las palabras que pronunció Jesús en la vía dolorosa, fueron para llevarlo al momento más importante de su vida: Entregar su espíritu en las manos de Dios. No acabaron con Jesús cuando lo crucificaron, no acabaron con él cuando le atravesaron la lanza, sino que todo acabó cuando él pronunció las palabras: Consumado es.
Tu aflicción y tu dolor se terminan cuando tú dices que se terminan. El proceso se termina cuando tú declaras con tu palabra: Consumado es. En tus manos encomiendo mi espíritu. Estas son las palabras necesarias para recibir la transformación que el Padre te ha prometido.
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Tú no necesitas un profeta que profetice tu futuro

Es una bendición el tener la capacidad de controlar lo que vamos a decir en esos momentos particulares en que se nos presentan situaciones inesperadas. Pero, ¿cómo llegamos a ese nivel?
Uno puede tomar autoridad sobre sus palabras en medio de la crisis, cuando antes de entrar a la crisis tú has establecido lo que va a pasar en tu vida, a pesar de la crisis.
Te va a llegar la dificultad, van a llegar los problemas, van a llegar los momentos difíciles. Cómo vas a reaccionar va a depender de que hayas dicho las palabras correctas, antes de entrar a la crisis.
Tú no necesitas un profeta que profetice tu futuro. El mejor profeta eres tú y, antes de entrar a la crisis –porque vas a entrar a la crisis, sin importar cuán cristiano, bueno o inteligente seas– tienes que prepararte de antemano y declarar una palabra con la que tú te puedas encontrar al final de tu crisis.
En Juan 2, cuando Cristo habla acerca del templo, dice: Destruid este templo y en tres días lo levantaré. Pero esto lo dijo, hablando del templo de su cuerpo. Y sabemos que, después de esto, Jesús fue crucificado, entregó su espíritu, y al tercer día resucitó. Jesús usó el poder de enviar la palabra antes de tiempo, para establecer el final de antemano.
No esperes a llegar a la situación para, entonces, reaccionar con tus palabras, porque tú no sabes cómo tú vas a reaccionar. Si eres capaz de declarar la palabra de antemano, la palabra se va a encontrar contigo al final de tu problema, de tu crisis, de tu historia.
Nadie dice la última palabra acerca de ti, mas que tú.
Dios ya ha dicho que él te ha dado la victoria, pero tú tienes que reclamarla, declararlo, porque, hasta que no esté en tu boca, hasta que no la declares y la envíes delante de ti, no va a pasar.
No pienses que haciendo esto estás declarando entonces que pasarás situaciones difíciles. Jesús iba a ser crucificado comoquiera. Él lo que estaba era asegurándose de establecer la palabra que lo levantaría de aquel lugar.
El problema de muchos cristianos es que hablan de más en medio de las dificultades, en lugar de establecer el final de su historia con sus propias palabras. Jesús no profetizó su vía dolorosa, sino su salida de la vía dolorosa. Dijo que, si el grano de mostaza no muere, no lleva fruto, mas si muere lleva mucho fruto. Queriendo decir: Voy a morir, pero me voy a levantar, y llevaré mucho fruto. Y todavía al día de hoy, sigue llevando fruto.
No hace falta profetizarte momentos difíciles. Van a venir comoquiera. Lo que tienes es que profetizar tu salida del momento difícil. Antes de entrar en la vía dolorosa, más vale que hayas declarado la palabra porque después no vas a saber qué decir, qué hablar, cómo comportarte; pero, si tú sabes que lo que está pasando es para llevarte a tu mayor victoria, porque hay una palabra que te está esperando al otro lado, podrás tomar autoridad sobre tu vida. 
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