En Marcos 4:35, vemos que Jesús, luego de dirigirse en parábolas a la multitud, la
despide, y dice a sus discípulos: Pasemos al otro lado. Una vez
partieron, se levantó una gran tormenta, mientras Jesús dormía. Le
despertaron, diciendo: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Jesús
se levantó y reprendió al viento y mandó al mar a callar, y cesó el
viento y se hizo grande bonanza.
Se nos aclara, además, en esta lectura,
que había otras barcas en aquel lugar. El viento no solo estaba soplando
para su barca, sino también para las demás; todas las barcas estaban
experimentando aquella tormenta. Y es que no hay tal cosa como
experimentar una tormenta por ti solo. Cada vez que tu vida se sale de
orden, la vida de alguien más se sale de orden.
Pensamos que a nadie debería importarle
lo que hagamos; pero, lo que tú hagas, importa, porque afecta a otros.
Esto aplica, también, a lo que haces en privacidad. En privacidad se
embaraza a una mujer y, si el hombre no asume su responsabilidad, el
resto de la sociedad vive con las consecuencias.
Cada vez que experimentes una tormenta,
mira a tu alrededor, sabiendo que más vale que calmes la tormenta porque
puede que tú sepas cómo llegar al otro lado, pero las barcas que
salieron porque te vieron salir, quizás no crucen por la tormenta que se
ha creado por tú haber salido.
Hay gente que toma decisiones basadas en
tus decisiones; tus hijos, tu cónyuge… Y quizás te has vuelto experto
en cruzar tormentas, pero no todo el mundo es experto en cruzar esas
tormentas que tú cruzas.
La segunda vez que Cristo bendijo a
Pedro, con una pesca milagrosa, aquella pesca fue tal que requirió de
otras barcas. Había otras barcas con él también en aquella ocasión. Y,
aunque Pedro fue quien tiró la red, no tan solo él recibió el milagro,
sino que, los que estaban cerca, recibieron también de aquel milagro
provocado por Pedro.
El día que Dios te prospera y te
bendice, las otras barcas que están allí también reciben prosperidad y
bendición. Tus barcas llenas en sobreabundancia provocan que las barcas
de otros también se hagan sobreabundantes.
Tú cargas con la bendición de poder
bendecir la vida de otros, pero no olvides que también, cuando llegan
tormentas a tu vida, otros a tu alrededor las están pasando, y las están
pasando porque salieron cuando te vieron a ti salir.
Un cristiano responsable sabe que todo
lo que hace provoca o bendición o maldición en la vida de todos los que
están a su alrededor.
No pienses que nadie ve la decisión que
tú estás tomando. Cuida dónde andas, con quién estás, qué haces. Toma
autoridad sobre esa tormenta que estás viviendo, no tan solo por ti,
sino por todos los que han zarpado. Por tus hijos, por tu cónyuge, por
tu matrimonio, por tus amigos; porque, si fracasas, contigo fracasan tus
hijos, tu familia y todos a tu alrededor.
Todos atravesamos tormentas y, cuando lo
hagamos, tenemos que determinarnos a llegar al otro lado. Y, cuando
Dios te dé la pesca milagrosa, reparte también la bendición.
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