El nombre de Abram significa, “padre
exaltado”; Abraham significa “padre de multitudes”. El primer nombre no
tenía relación con lo que Dios le había prometido, de que le daría una
descendencia. Dios se inserta dentro del nombre para darle la
posibilidad de que se cumpliera todo lo que le había prometido. Desde
ese momento en adelante, cada vez que lo llamaran Abraham, mencionaban a
Dios dentro de su vida.
No necesitas tener una experiencia sobrenatural, basta una letra, un poco de Dios en tu vida, para que seas transformado.
Cuando Dios comience a trabajar en tu
vida, espiritualmente hablando, tendrá que llegar un momento en que la
naturaleza de Dios se inserte dentro de ti y, cuando te llamen, no habrá
distinción. La biblia dice, en el Nuevo Testamento, que el que se une a
Dios, un espíritu es con Él. Luego que unes el café con la leche, no
se puede distinguir dónde comienza la leche o el café, porque ya están
unidos. Puedes echarle más café al punto de verse obscuro o más leche, y
no hay manera de que separes estas dos sustancias.
Lo mismo sucede cuando Dios se inserta
en la vida de un creyente. No se trata de acercarte más a Dios, sino de
que Dios esté dentro de ti.
Jacob, también tuvo esta experiencia;
Dios le cambió el nombre a Israel. Pero Dios se siguió llamando el Dios
de Abraham, de Isaac y de Jacob, porque Dios nunca ha tenido problema
con nuestro nombre. El problema lo tenía Jacob, que quería ser un nuevo
hombre y el nombre no se lo permitía. Dios no tiene ningún problema
con identificarse con tu naturaleza. En el principio, Dios creó al
hombre del polvo de la tierra. Si hay alguien que ha estado dispuesto a
ensuciarse por ti, ha sido Dios, desde el principio. Es el hombre
quien ha estado insatisfecho con su naturaleza humana y desea
renovación, transformación.
Cuando Dios insertó su carácter en la
vida de Abraham, no sucedió de un día para otro. Dios trabajó con Abram
poco a poco hasta cambiarle el nombre. Primero, sale por fe creyendo;
luego, se hace la circuncisión, que era la marca de ser separado para
Dios, y podemos ver que aún con estas experiencias, Dios no le había
cambiado el nombre. Lo que le dio el cambio fue una experiencia
personal con Dios, luego de una ofrenda.
La transformación del nuevo nombre toma tiempo, pero lamentablemente el ser humano no tiene la paciencia.
No te desesperes, naturalmente es
necesario que pase un proceso, un tiempo para que el carácter de Dios se
inserte dentro de ti, y seas transformado de tal manera que, cuando los
que te rodean te llamen por tu nombre, no noten donde empieza Dios y
donde empieza tu naturaleza humana, porque ya eres uno en Cristo.
Tanto a Abraham, como a Jacob, les tomó
varios años la transformación. ¿Cuánto tiempo estás dispuesto a
caminar con Dios, soportando tu vieja naturaleza? ¿Cuánto tiempo puedes
soportar tus debilidades, frustraciones, fracasos, hasta ver que la
promesa se cumpla en tu vida y veas la transformación? ¿Puedes creer
que Dios puede prosperarte, aún estando endeudado? ¿Puedes creer que
hay cielos abiertos para tu vida, aunque el mundo te siga llamando
Jacob?
Nunca se ha tratado de que Dios no tenga
paciencia con el hombre; siempre se ha tratado de que el hombre no
tiene paciencia. Ten paciencia contigo mismo y, a pesar de la marca que
el mundo te ha puesto, sigue caminando con Dios, hasta que seas
transformado.
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