Marcos 6, nos presenta un momento muy
especial en el ministerio de Cristo. Cristo entra en Nazaret, lugar
donde se había anunciado que nacería el Mesías. Nazaret era la ciudad de
residencia de José y María, padres de Jesús. Este era el lugar donde
conocían los antepasados de Jesús. En este lugar, todos le conocían,
puesto que fue el lugar donde creció.
Seguramente, Jesús tenía memorias
agradables acerca de ese lugar. Fue allí que su ministerio comenzó. Sin
embargo, de ese mismo lugar, se registra en dos ocasiones que Cristo fue
expulsado. Esto lo vemos en Marcos 4 y Mateo 13.
Dice la biblia, en Marcos 6, que Jesús
estaba entrando una vez más en Nazaret y, cuando entró en la sinagoga,
leyó las escrituras que encontramos en Isaías 61: El Espíritu de Jehová
está sobre mí, por cuanto me ha ungido… Cuando la gente escuchó la
autoridad con la que Cristo se dirigía, comenzaron a preguntarse: ¿Quién
es este? ¿Qué se cree? Estas son frases de menosprecio.
La familiaridad trae menosprecio.
El menosprecio es una falta de honor,
una falta de respeto. Era una deshonra la manera en que se estaban
dirigiendo al Maestro, y esto sucedió en Nazaret, a causa de la
familiaridad que había en aquel lugar. De hecho, en aquel entonces, se
citaba la descendencia patriarcal, pero se refirieron a Jesús como “el
hijo de María”. En el contexto en que se desarrolla esta escritura, esta
es otra muestra de menosprecio. Incluso, muy seguramente se había
regado que María se había casado embarazada y que José no era el padre
de Jesús. En fin, todas aquellas palabras que estaban usando para
referirse a Jesús eran irrespetuosas.
Es entonces cuando Jesús dice: No hay profeta sin honra, sino en su tierra, en su familia y en su casa.
Esta escritura nos dice, muy claramente,
que Jesús no pudo hacer allí, en su ciudad natal de Nazaret, ningún
milagro, y que estaba asombrado de la incredulidad de ellos.
No hay dudas de que amas a Dios, y de
seguro jamás te referirías al Señor en la manera en que lo hicieron
aquellos que le vieron crecer, pero ¿te habrás familiarizado tanto con
el mover del Señor en tu vida, al punto que estés imposibilitando la
manifestación de ese milagro que tanto has estado esperando? ¿Estará el
Señor asombrado con tu incredulidad?
Marcos 6, nos presenta un momento muy
especial en el ministerio de Cristo. Cristo entra en Nazaret, lugar
donde se había anunciado que nacería el Mesías. Nazaret era la ciudad de
residencia de José y María, padres de Jesús. Este era el lugar donde
conocían los antepasados de Jesús. En este lugar, todos le conocían,
puesto que fue el lugar donde creció.
Seguramente, Jesús tenía memorias
agradables acerca de ese lugar. Fue allí que su ministerio comenzó. Sin
embargo, de ese mismo lugar, se registra en dos ocasiones que Cristo fue
expulsado. Esto lo vemos en Marcos 4 y Mateo 13.
Dice la biblia, en Marcos 6, que Jesús
estaba entrando una vez más en Nazaret y, cuando entró en la sinagoga,
leyó las escrituras que encontramos en Isaías 61: El Espíritu de Jehová
está sobre mí, por cuanto me ha ungido… Cuando la gente escuchó la
autoridad con la que Cristo se dirigía, comenzaron a preguntarse: ¿Quién
es este? ¿Qué se cree? Estas son frases de menosprecio.
La familiaridad trae menosprecio.
El menosprecio es una falta de honor,
una falta de respeto. Era una deshonra la manera en que se estaban
dirigiendo al Maestro, y esto sucedió en Nazaret, a causa de la
familiaridad que había en aquel lugar. De hecho, en aquel entonces, se
citaba la descendencia patriarcal, pero se refirieron a Jesús como “el
hijo de María”. En el contexto en que se desarrolla esta escritura, esta
es otra muestra de menosprecio. Incluso, muy seguramente se había
regado que María se había casado embarazada y que José no era el padre
de Jesús. En fin, todas aquellas palabras que estaban usando para
referirse a Jesús eran irrespetuosas.
Es entonces cuando Jesús dice: No hay profeta sin honra, sino en su tierra, en su familia y en su casa.
Esta escritura nos dice, muy claramente,
que Jesús no pudo hacer allí, en su ciudad natal de Nazaret, ningún
milagro, y que estaba asombrado de la incredulidad de ellos.
No hay dudas de que amas a Dios, y de
seguro jamás te referirías al Señor en la manera en que lo hicieron
aquellos que le vieron crecer, pero ¿te habrás familiarizado tanto con
el mover del Señor en tu vida, al punto que estés imposibilitando la
manifestación de ese milagro que tanto has estado esperando? ¿Estará el
Señor asombrado con tu incredulidad?
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