A
veces, ante las circunstancias del mundo, ante las cosas que vivimos,
nos sentimos impotentes. Pero una sola persona puede tener un importante
impacto en la protección de toda una familia.
Raab,
en el libro de Josué, capítulo 6, era una prostituta. Cuando Josué
envió espías a Jericó, que era la primera ciudad que conquistarían, esta
mujer se encargó de proteger a los espías. Por esto, ellos le
prometieron que ella, y todos los que estuviesen en su casa, serían
protegidos, cuando ellos entraran a tomar la tierra. Todo lo que ella
tenía que hacer era poner un cordón de grana en su ventana, un cordón
rojo, que simboliza la sangre de Cristo.
Mientras
el pueblo de Israel daba vueltas alrededor de la ciudad amurallada,
veían en una de las ventanas un cordón de grana, y todos sabían que no
podían tocar a nadie que estuviese dentro, sino que todo el que
estuviese dentro estaría a salvo.
En
Josué 6, dice que solamente Raab, la ramera, viviría, con todos los que
estuviesen en casa con ella. Dice, además, que viviría por cuanto
escondió a los mensajeros que Josué había enviado. En esta ocasión, no
se usa la palabra “espías”, sino “mensajeros”. Moisés envió espías y
tuvo problemas. Josué envió mensajeros. Tenían una actitud diferente,
una visión diferente, una manera de pensar diferente. Y esta mujer
escondió los mensajeros en su casa. Los mensajeros de lo que Dios iba a
hacer fueron escondidos en su casa, y todos los que estaban en esa casa
fueron cuidados, guardados.
Cuando
tú te encargas de proteger el mensajero, el mensaje que llega a tu
casa, a tu vida, Dios se encarga de proteger a todo el que esté
alrededor tuyo.
Una
mujer soltera, por proteger a aquellos que llevaban el mensaje, por
permitir que aquel mensaje fuera llevado al lugar correcto, logró que
ella y toda su casa fueran cuidados. Por causa de tu fe, tu familia
completa puede ser protegida, cuidada, guardada, transformada, por el
poder de la palabra de Dios.
Protege
el mensaje que está saliendo, y tu familia completa será cubierta y
protegida por esa palabra. Hay poder en tus decisiones, en lo que tú
haces, y puedes transformar toda tu casa, en el nombre poderoso de
Jesús.
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