Puedes estar cerca de tu milagro, pero, por alguna razón, no verlo.
Cristo se va manifestando poco a poco a
sus discípulos, en varias ocasiones, y, después que sucedieron ciertas
cosas, fue que creyeron en Él. Después que cambió el agua en vino,
creyeron en Él; después que el resucitó y se les apareció, entonces
creyeron en sus palabras. Por tres años y medio, no habían creído en su
palabra. Jesús tuvo que morir y levantarse, para que entonces le
creyeran.
Los discípulos tuvieron que ver todas
esas pruebas, porque Jesús les estaba dando una lección, poco a poco, en
medio de todo lo que les sucedía.
En Mateo 14, dice que los discípulos se
turbaron y tuvieron miedo, cuando vieron a Jesús caminando sobre las
aguas, en medio de la tempestad. Una de las razones por la cual ellos
reaccionaron de esta forma, en medio del problema, se debió a la fatiga
porque el viento les era contrario.
Tenemos que entender que Dios no nos va a
enviar a alcanzar nuevos lugares, sin tener vientos contrarios. En
algún momento, los tendrás. Lo que no puedes permitir es que la fatiga
se meta en tu corazón. Debes entender que vivir con los vientos
contrarios es parte del oficio, es parte de la vida de todo creyente.
Aquellos que dicen: Si Dios dijo que voy a cruzar, voy a cruzar, aunque el tiempo sea difícil; si Él dice que voy a llegar, eso es lo que me basta para saber que voy a llegar al otro lado. Esos son los que verdaderamente llegan al otro lado
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