En Nehemías 2, vemos que Nehemías se
entristeció por el estado de destrucción en que se encontraba Jerusalén,
ciudad de sus padres. Al ver esto, el rey Altajerjes preguntó a
Nehemías que deseaba, a lo que Nehemías respondió: Envíame, y
reedificaré.
Dios no envió a Nehemías. Nehemías dijo: Envíame a mí. A Nehemías le importó.
Y el rey envió a Nehemías, proveyéndole
todo lo necesario para completar lo que se había propuesto. Pero a
Sanbalat y a Tobías les molestó que alguien viniese a procurar el bien
de los hijos de Israel. Aun así, Nehemías logró animar al pueblo a
esforzarse; dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Entonces, Sanbalat y
Tobías insinuaron que aquello era un acto de rebeldía ante el rey, a lo
que Nehemías respondió: El Dios de los cielos, él nos prosperará, y
nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no
tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén.
Todo esto ocurrió, porque a un hombre –a Nehemías– le importó. Y a ti, ¿te importa?
Ya sea que Dios te envíe o que tú te
pongas a la disposición de él para hacer algo, si te importa, el Dios de
los cielos, él te va a respaldar, y eso incluye el financiamiento del
sueño. Y todo el que te critique, todo el que te diga que no lo vas a
poder lograr, que no lo vas a alcanzar, no tiene parte, no tiene
derecho, ni tiene memoria en tu vida.
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