Satanás le teme a los hombres que saben hablar con Dios, porque
tienen influencia y logran prodigios. Al entrar en la dimensión
sobrenatural de la oración, adquieres fuerza y poder para luchar contra
el enemigo y hacer a un lado sus mentiras. Así sucedía con los hombres
de los que habla la Biblia. Ellos no eran perfectos, al contrario,
muchos tenían terribles defectos, pero sabían habla con Dios y obtenían
poderosos resultados. Por ejemplo, Elías hizo que descendiera fuego del
cielo; Moisés tenía la potestad para detener las plagas en Egipto, y
Daniel salió ileso del foso de los leones. La oración es poderosa para
defendernos de ataques y también para impulsarnos a lograr nuestros
sueños. Incluso en medio de la adversidad nos da fortaleza, como a Job,
quien perdió todo en un día, sin embargo, oró y al final fue
restablecido con más de lo que tenía. Acércate al Señor con fe y verás
resultados impactantes.
Durante la consagración del templo, Salomón oró y la presencia de Dios los llenó2. En ese momento hubo oración, ofrendas. Ante tales elementos, tu oración no dejará de ser escuchada. Si alguien se acerca a ti con un regalo, inmediatamente le pones atención. Lo mismo sucede con Dios a quien podemos honrar con ofrenda para llamar Su atención. ¿Verdad que la forma afecta? Si tu hijo llega a exigirte, cuesta que le des lo que te pide, pero si se acerca con cariño, cuesta negarse a lo que quiere. Jesús sabía esto, por eso, nos enseñó varios elementos que favorecen nuestra oración.
El primer elemento para orar es que lo hagamos a solas, en la intimidad de nuestra habitación. El segundo elemento es usar pocas, pero efectivas palabras. El tercer elemento es la humildad; y el cuarto elemento es pedir, aunque el Señor ya sabe lo que necesitamos3. Estos cuatro elementos son importantes, aunque la humildad es determinante. Ser humildes implica ser sinceros, sin dobleces ni mentiras porque Dios nos conoce y desea ayudarnos4.
Sobre la humildad en la oración, Jesús nos dio un ejemplo muy claro. El del fariseo y el del cobrador de impuestos que se acercaron a orar, cada uno con una actitud diferente. El fariseo hablaba de cosas correctas, pero la forma de hacerlo era incorrecta porque lo hacía con orgullo, humillando de otros. Por lo tanto, la oración solo le sirvió para condenarse. Al contrario, al cobrador de impuesto, la oración le sirvió para ser escuchado y perdonado, por su actitud humilde5. Una de las grandes mentiras de Satanás es que si pecamos no podemos orar, pero no es así. Debemos acercarnos con fe en que Dios puede perdonarnos; entonces nuestra oración se vuelve poderosa porque tiene dos elementos importantes: humildad y arrepentimiento de pecados. Transforma tu oración con estos elementos y verás que tocarás el corazón de Dios, te escuchará y te dará respuestas. Él no busca que seas perfecto, sino que tengas un corazón quebrantado y humilde para acercarte y pedirle.
Los discípulos vieron que el secreto de Jesús era Su forma de orar, por eso, le pidieron que les enseñara. Y Él ofreció la clave para hacer una oración poderosa. A la humildad y al arrepentimiento debemos agregar la fe.
Durante la consagración del templo, Salomón oró y la presencia de Dios los llenó2. En ese momento hubo oración, ofrendas. Ante tales elementos, tu oración no dejará de ser escuchada. Si alguien se acerca a ti con un regalo, inmediatamente le pones atención. Lo mismo sucede con Dios a quien podemos honrar con ofrenda para llamar Su atención. ¿Verdad que la forma afecta? Si tu hijo llega a exigirte, cuesta que le des lo que te pide, pero si se acerca con cariño, cuesta negarse a lo que quiere. Jesús sabía esto, por eso, nos enseñó varios elementos que favorecen nuestra oración.
El primer elemento para orar es que lo hagamos a solas, en la intimidad de nuestra habitación. El segundo elemento es usar pocas, pero efectivas palabras. El tercer elemento es la humildad; y el cuarto elemento es pedir, aunque el Señor ya sabe lo que necesitamos3. Estos cuatro elementos son importantes, aunque la humildad es determinante. Ser humildes implica ser sinceros, sin dobleces ni mentiras porque Dios nos conoce y desea ayudarnos4.
Sobre la humildad en la oración, Jesús nos dio un ejemplo muy claro. El del fariseo y el del cobrador de impuestos que se acercaron a orar, cada uno con una actitud diferente. El fariseo hablaba de cosas correctas, pero la forma de hacerlo era incorrecta porque lo hacía con orgullo, humillando de otros. Por lo tanto, la oración solo le sirvió para condenarse. Al contrario, al cobrador de impuesto, la oración le sirvió para ser escuchado y perdonado, por su actitud humilde5. Una de las grandes mentiras de Satanás es que si pecamos no podemos orar, pero no es así. Debemos acercarnos con fe en que Dios puede perdonarnos; entonces nuestra oración se vuelve poderosa porque tiene dos elementos importantes: humildad y arrepentimiento de pecados. Transforma tu oración con estos elementos y verás que tocarás el corazón de Dios, te escuchará y te dará respuestas. Él no busca que seas perfecto, sino que tengas un corazón quebrantado y humilde para acercarte y pedirle.
Los discípulos vieron que el secreto de Jesús era Su forma de orar, por eso, le pidieron que les enseñara. Y Él ofreció la clave para hacer una oración poderosa. A la humildad y al arrepentimiento debemos agregar la fe.
Si te acercas llorando desconsolado, no estás demostrándole que
confías en Su amor.
Tus lágrimas no lo mueven, solo tu fe lo hace. Así
que una oración poderosa es aquella que se hace con la certeza de que Él
es omnipotente. Pide en oración, pero no con vanas palabras, sino con
humildad, confianza y arrepentimiento6. Confía, búscalo con fe y serás
atendido7.
Otro elemento importante es honrar a Dios con nuestra oración, como un hijo se acerca con respeto a su padre8. Si al arrepentimiento, humildad y fe le agregas adoración, logras ese es olor fragante digno de ser atendido. David lo logró. A pesar de ser un hombre que había cometido graves errores, al final de su vida, oró confiado en que el Señor escudriñó su corazón y haría de su descendencia una generación que le adoraría y serviría. Este hombre encontró el motivo correcto para orar, pidió por su familia y fue escuchado9.
Sé humilde, arrepiéntete de tus pecados, y demuéstrale tu fe al Señor. Entonces encontrarás el motivo correcto para orar: tu familia, tu nación, tus amigos, tus finanzas. Las oraciones poderosas generan transformación y obtienen los mejores resultados. Cree por milagros, señales y prodigios. Dile: “Padre, oramos con fe, alabando Tu nombre; declaramos que eres poderoso Rey de reyes y Señor de señores. Te pedimos que nos des la fuerza, la constancia y el ánimo para unirnos a un movimiento de oración que atenderás complacido. Gracias porque sabemos que nos responderás”.
Versículos de Referencia:
1. Santiago 4:3 dice: Y cuando piden, lo hacen mal, porque lo único que quieren es satisfacer sus malos deseos.
2. 2 Crónicas 7:1 relata: En cuanto Salomón terminó de orar, cayó fuego
del cielo y quemó por completo las ofrendas y los sacrificios. Luego,
la presencia misma de Dios llenó el templo.
3. Mateo 6:5-8 enseña: Cuando ustedes oren, no hagan como los
hipócritas. A ellos les encanta que la gente los vea orar. Por eso oran
de pie en las sinagogas y en los lugares por donde pasa mucha gente.
Pueden estar seguros de que no tendrán otra recompensa. Cuando alguno de
ustedes ore, hágalo a solas. Vaya a su cuarto, cierre la puerta y hable
allí en secreto con Dios, su Padre, pues él da lo que se le pide en
secreto. Cuando ustedes oren, no usen muchas palabras, como hacen los
que no conocen verdaderamente a Dios. Ellos creen que, porque hablan
mucho, Dios les va a hacer más caso. No los imiten, porque Dios, nuestro
Padre, sabe lo que ustedes necesitan, aun antes de que se lo pidan.
4. Santiago 4:6 advierte: En realidad, Dios nos trata con mucho más
amor, como dice la Biblia: Dios se opone a los orgullosos,?pero brinda
su ayuda a los humildes.
5. Lucas 18:10-14 enseña: Dos hombres fueron al templo a orar. Uno de
ellos era fariseo y el otro era cobrador de impuestos. Puesto de pie, el
fariseo oraba así: “Dios, te doy gracias porque no soy como los demás
hombres. Ellos son ladrones y malvados, y engañan a sus esposas con
otras mujeres. ¡Tampoco soy como ese cobrador de impuestos! Yo ayuno dos
veces por semana y te doy la décima parte de todo lo que gano.” El
cobrador de impuestos, en cambio, se quedó un poco más atrás. Ni
siquiera se atrevía a levantar la mirada hacia el cielo, sino que se
daba golpes en el pecho y decía: “¡Dios, ten compasión de mí, y
perdóname por todo lo malo que he hecho!” Cuando terminó de contar esto,
Jesús les dijo a aquellos hombres: Les aseguro que, cuando el cobrador
de impuestos regresó a su casa, Dios ya lo había perdonado; pero al
fariseo no. Porque los que se creen más importantes que los demás, son
los menos valiosos para Dios. En cambio, los más importantes para Dios
son los humildes.
6. Mateo 6:10-12 enseña: Ven y sé nuestro único rey.?Que todos los que
viven?en la tierra te obedezcan,?como te obedecen?los que están en el
cielo. Danos la comida que necesitamos hoy. Perdona el mal que
hacemos,?así como nosotros perdonamos?a los que nos hacen mal.
7. Lucas 11:9-10 explica: Por eso les digo esto: pidan a Dios y él les
dará, hablen con Dios y encontrarán lo que buscan, llámenlo y él los
atenderá. Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo
que busca y, si llama, es atendido.
8. Mateo 6:9 enseña: Ustedes deben orar así: Padre nuestro?que estás en
el cielo:?Que todos reconozcan?que tú eres el verdadero Dios.
9. 1 Crónicas 17:25-27 explica: Dios mío, yo me atrevo a pedirte esto
porque tú has dicho que mis descendientes serán siempre los reyes de tu
pueblo. Tú eres Dios, y has prometido hacerme bien. Por eso te ruego que
bendigas a mis descendientes para que siempre te sirvan, porque a quien
tú bendigas le irá bien.
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