No todo tiene una razón; hay cosas que
suceden como parte de la vida. Lo importante es entender que tú tienes
propósito, a pesar del caos que pueda suceder. No tienes que hacer
sentido a todo lo que ocurre, es necesario aprender a poner todo en las
manos de Dios para que ordene tu vida y cumplas su propósito y veas el
plan cumplido en ti.
Por otro lado, cuando se adapta el
mensaje de fe a conveniencia, también se tiene grandes conflictos
espirituales y emocionales. Se cree, se ora y se planifica basado en
nuestros planes, pero, de repente, Dios te quiere llevar a otro nivel, a
otra dirección, y esto trae confusión entre nuestros planes y los
planes de Dios. Esto a veces lleva a algunas personas a vivir una vida
desordenada.
Para poder recibir la dirección de Dios
en tu vida, tienes que creer que él es un Dios de orden y le apasiona el
orden. Hay pocos seres humanos que no les gusta el orden. Hay quienes
les gusta el orden, pero se tienen que obligar a sí mismos a poner las
cosas en orden, pero luego que lo hacen sienten satisfacción. Esto es
parte de la naturaleza divina: Vivir en orden. Otros se adaptan al
desorden.
Hay varias cosas que se pueden
desordenar y pueden provocar momentos de ansiedad. El desorden interno,
que no solamente es el vivir una vida en pecado, sino que es también el
tener una tormenta en su interior. Esto es, cuando una persona puede
estar viviendo una buena etapa, pero, en su interior, vive con la
ansiedad de que algo malo va a ocurrir.
También se encuentra la persona que
puede estar centrado en sus pensamientos, pero su vida está en
desorden. Son aquellos que por ejemplo, de repente pierden el trabajo y
provoca un desorden en su mente y espíritu.
Puede también suceder que cuando hay
desorden en los que te rodean, provoque caos en tu vida. Por ejemplo,
por la mala decisión o una enfermedad de un miembro de la familia,
provoca desorden en todos los demás.
Cuando analizamos nuestras vidas,
podemos darnos cuenta que dentro y fuera de nosotros hay factores que
son susceptibles a ciertos cambios y pueden provocar desorden a nuestro
alrededor. Nuestra reacción a esos momentos, es lo que determina si
somos guiados por la mano de Dios o por el desorden que se ha
provocado. Esto es una simple decisión.
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