Tu corazón está hecho para ser dirigido
por Dios. Pero, para recibir dirección de parte de Dios, tu corazón
tiene que estar preparado, dispuesto, y tiene que sobrepasar el
pensamiento natural de tu mente.
Si vas a consultar a Dios, primero pregúntate: ¿Cuánto tú necesitas saber para confiar?
Muchos, lo que buscan es que Dios les
dé, hoy, la seguridad de todo lo que van a hacer en su vida, y no se van
a mover hasta que todo esté seguro. Pero consultar a Dios no es un
sustituto de fe. Para consultar a Dios y ser dirigido por él, siempre
tiene que haber fe; y para que haya fe, no lo puedes conocer todo.
¿Cuánto realmente debes requerir saber?
Lo suficiente para tomar una decisión con unos datos racionales, aunque
desconozcas otros que lo que requieran de ti sea creer, porque ahí es
que empieza tu fe.
Tú necesitas saber qué decisión te corresponde tomar hoy. Mañana traerá su propio afán.
Había una mujer sirofenicia que recibió
un milagro, cuando montones de judíos no lo recibieron. Había una mujer
de flujo de sangre, un Nicodemo, un Zaqueo –que nadie quería estar con
él, mas recibió salvación él y toda su casa, porque el requisito es fe. A
todos, Cristo les habló, pero el requisito era fe, no entendimiento.
Siempre un creyente empieza por fe. Tú
empezaste por fe, pero, por alguna razón, tu mente ha cambiado la fe por
entendimiento, cuando lo que tienes que hacer es tener fe y entender,
no entender para tener fe.
Maduramos tanto que necesitamos entender
para tener fe, cuando en realidad lo que se nos requiere es fe, para
poder entender. Entonces, –luego de tener fe y haber entendido– como
persona racional, haz cálculos, planes, observa; pero, de ahí en
adelante, el resto es por fe.
El día que lo tengas que entender todo,
sacaste a Dios de la fórmula, sacaste a Dios de tu camino, sacaste a
Dios del asunto. Y, si no tienes a Dios, no tienes nada; así que, si
algo que tienes que asegurar, es que Dios esté en el asunto, y él va a
dirigir tu vida, paso a paso.
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